Premisas de un marco de referencia para la acreditación de programas de ingeniería.

Por: Dr. Ing. Daniel Hernández Jiménez

Cuando mencionamos las premisas que deben servir de marco de referencia para la acreditación de un programa formativo, en una profesión particular, como lo es la ingeniería, lo que estamos es buscando dar respuesta a las interrogantes fundamentales que le subyacen al modelo o marco de referencia que se propone para acreditar. Esto es: ¿Cuál es la naturaleza del objeto de interés?, ¿Cuál es la relación entre el sujeto y el objeto del conocimiento?, ¿Qué posibilidades de generalización y de establecer relaciones de causalidad existen?, y ¿Cuál es el papel de los valores?

Responder estar interrogantes es de suma importancia, si se tiene en cuenta que la propuesta de un modelo de acreditación tiene la intencionalidad de abarcar todo el amplio espectro de programas formativos, aunque se haya realizado el esfuerzo por delimitar el campo de este, como es el caso de una profesión particular y sobre todo porque se busca dar una calificación en términos de la coherencia, pertinencia y relevancia de un programa, que son los quicios sobre los que gravita cualquier consideración de calidad del mismo.

Un modelo para la acreditación, parte de varios supuestos y estos supuestos son lo que denominamos premisas, afirmaciones que damos por sentado que son verdaderas, de algún modo incuestionables y que por lo tanto posibilitan el acto de la acreditación.

En este breve documento analizaremos cuatro premisas: las ontológicas, las epistemológicas, las heurísticas y las axiológicas. No es la intención, sino manifestar algunos elementos a considerar dejando para otra oportunidad la profundización en los mismos. Como siempre la intencionalidad es motivar el diálogo y por lo tanto la discusión de lo que aquí se propone está abierta.

  1. Premisas ontológicas.

¿Qué es un proceso de acreditación? Al intentar responder esta pregunta nos encontramos con dos referentes fundamentales: evaluación y aseguramiento de la calidad. No cabe duda de que un proceso de acreditación involucra aspectos evaluativos. Se establecen patrones de comparación que implican estándares contra los cuales se coteja el desempeño del programa evaluado. Estos patrones deben ser válidos y confiables. Esto es que efectivamente permitan la evaluación del programa objeto de interés y que dada la evaluación en diferentes oportunidades los resultados sean coherentes y consistentes, manifestando un alto nivel de estabilidad.

Ahora bien, toda evaluación busca determinar el mérito y el valor del objeto evaluado, esto es determinar su valía intrínseca y su valía extrínseca. La primera sustentada en las cualidades que le son propias y la segunda cuando le es aplicable una consideración de valor desde afuera, cuando el desempeño del programa se contrasta con referentes que no les son propios, sino que se establecen foráneamente. Un proceso de acreditación exitoso sería entonces en que permite dilucidar el valor y el mérito del programa.

Pero también un proceso de acreditación conlleva un intento por esclarecer la calidad del programa objeto de interés y la forma como esta no solo es sostenible en el tiempo, sino que se supera constantemente. Con esto lo que estamos dando por sentado es que a la calidad de un programa puede establecérsele un nivel y que parte de proceso de acreditación es verificar cuál es este, y si existen las condiciones para superarlo con un esfuerzo razonable. Esto es así, tanto que si un programa habiendo alcanzado un nivel aceptable, pero este es inmutable, no puede calificarse este programa como de calidad. Se exige una intencionalidad concreta de superar ese mínimo inicialmente aceptable.

Ahora bien, en qué términos se define la calidad de un programa académico. A nuestro entender en primera instancia, se deben develar dos componentes de coherencia, una interna y otra externa. Esta consideración, acerca la visión de calidad a los propósitos de la evaluación de verificar el valor y mérito del objeto programa objeto de acreditación.

La primera, la coherencia interna, tiene que ver entre los propósitos declarados y las acciones realizadas, ambos aspectos le son propios al programa.  La segunda, la coherencia externa, es el contraste entre las exigencias de un ente externo (Los criterios de una agencia de acreditación) y de nuevo las acciones del programa. Si en ambas relaciones se puede establecer un alto grado de coherencia, se estaría ante un programa que se puede calificar de calidad.

Esta primera aproximación posibilita dar a cada programa un trato equitativo, sin imponer situaciones válidas en otros contextos, pero inadecuadas para el particular objeto de interés, puesto que la calidad no sería una comparación con el desempeño de otros, sino la constatación del propio desempeño.

Aún así se impone como requisito indispensable, que los criterios de acreditación sean de validez universal o cuando menos apropiados porque hay un consenso intersubjetivo de la comunidad académica de que los estándares son pertinentes y relevantes para referirse a la calidad de un programa.

Encontrar el justo equilibrio entre aplicar estos principios consensuados y a la vez respetar la idiosincrasia del programa es el reto por superar de los procesos de acreditación.

En una segunda aproximación, la calidad, se podría abordar desde una visión sistémica, la cual podría puntualizar un poco más estas relaciones de coherencia para verificar si los recursos, acciones, condiciones y resultados se alinean con un propósito de orden mayor.

En un proceso académico, necesariamente, brindar la formación pertinente en un campo del quehacer humano sería este propósito, por supuesto, sin descuidar las otras funciones sustantivas: investigación, extensión e innovación.

Tenemos entonces que un proceso de acreditación es un acto evaluativo en el que se busca determinar el valor y mérito de un programa formativo teniendo como referente una noción de calidad aplicable. Es por lo tanto un proceso de aseguramiento de la calidad en el ámbito académico.

 

  1. Premisas epistemológicas.

¿Qué relaciones se pueden establecer entre el objeto de estudio, la acreditación, y los sujetos de esta, evaluandos y evaluadores? Para responder a este interrogante, primero debe quedar patente la posibilidad del estudio científico de la acreditación como fenómeno objeto de conocimiento y deben esclarecerse las relaciones entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido, para que el conocimiento pueda darse.

Como fenómeno humano, un proceso formativo puede ser estudiado focalizando la atención en las relaciones que se suscitan y estas encuentran su asidero en las consideraciones que justifican, dan sentido y determinan el medio de un proceso de acreditación. Por supuesto a estas consideraciones se les puede dar múltiples respuestas, pero abogamos por una concepción de la acreditación que se justifica en la comprensión, que busca la mejora y se realiza por medio del diálogo.

Así las cosas, recalcar el carácter comprensivo de la acreditación significa decantarse por una aproximación al conocimiento que prefiere la profundidad a la generalidad. Cada proceso de acreditación es único e irrepetible y por lo tanto el mejor esfuerzo que se puede hacer es comprender lo que se está dando en un momento histórico particular y a unos actores particulares, derivar de este análisis algunas conclusiones válidas para superar las deficiencias detectadas y potenciar el máximo las fortalezas.

La razón de ser y por lo tanto el conocimiento que se puede generar en un proceso de acreditación están en función de la develación sin ruidos del proceso formativo, sus condiciones, condicionamientos y resultados. ¿Por qué somos como somos?, ¿Por qué hemos llegado a ser como somos?  Y tal vez los que es más importante, ¿Por qué aún no somos lo que queremos ser? Contestar estas interrogantes es la tarea primordial de quienes formando parte de un proceso formativo son objeto de la acreditación, pero también son cuestiones relevantes para aquellos que forman parte de la evaluación como miembros de las agencias de acreditación, puesto que entre evaluadores y evaluados se da una recíproca interacción que los modifica a ambos y que da una orientación particular a las posibles respuestas.

Compartimos la posición que la función de la acreditación es la de facilitar a los integrantes de los procesos formativos a construir repuestas pertinentes y que en esta construcción no está ausente la presencia de la agencia de acreditación, al fin de cuentas es esta la que propone el marco evaluativo, delimitando lo que se considera relevante para analizar.

Pero a su vez este marco normativo se ve influenciado por todo proceso evaluativo de tal suerte que se establece una relación dialéctica entre objeto y sujetos de la acreditación en la que la síntesis es particular para el proceso evaluado sin posibilidades de generalización más allá de los aprendizajes obtenidos aplicables al programa y al mismo modelo de acreditación. Y si se extrapolan resultados a otros contextos debe tenerse el cuidado hacerlo tan solo a modo de ejemplo, nunca como un determinante de la situación de un programa particular.

Puesto que evaluadores y evaluandos se influencian mutuamente el medio privilegiado para construir las respuestas de acreditación es el diálogo. Mismo que debe ser franco, transparente, cordial, con la mira puesta en lograr la mayor comprensión y desde ahí impulsar la mejora. Siendo esta última la razón que define el propósito del esfuerzo evaluativo. Podríamos resumir esto diciendo que, si queremos mejorar, superar deficiencias, mitigar amenazas, aprovechar oportunidades y potenciar las fortalezas, debemos saber plenamente cómo estamos, esto es nos comprendemos.

En síntesis, la acreditación es un diálogo entre evaluadores y evaluados que busca una mayor comprensión del proceso formativo, sus condiciones, condicionantes y resultados, como punto de partida para la toma de decisiones que impulsarán para la mejora de una manera fundamentada.  Son estos los aspectos en los que se abre la posibilidad de construir conocimiento.

  1. Premisas heurísticas

Ya adelantamos que el camino de la acreditación es el diálogo. Es por medio de este que se deben plantear los problemas y buscar posibles soluciones. ¿Qué sucede?, ¿Cómo sucede?, ¿Cuáles son las particularidades del contexto?, ¿Cómo “ven” los actores académicos su situación particular?, ¿Qué explicaciones dan a lo que les acontece?, ¿Sugieren algunas respuestas o soluciones a situaciones problemáticas?, ¿Cómo perciben la participación de la agencia de acreditación y el marco de referencia que se propone para la evaluación? A estas interrogantes se debe “llegar” con una clara y respetuosa disposición a la confrontación de ideas, a disentir sin que esto menoscabe la calidad de las relaciones, por el contrario de lo que se trata es de generar confianza, como sustento de la conversación entre todos los interesados.

No se trata de abordar la búsqueda de la información por medio de cuestionarios y encuestas exclusivamente, por el contrario, lo que se debe privilegiar es la participación mediante conversatorios, mesas de diálogo, grupos focalizados y cualquier otra herramienta que posibilite la libre expresión incluso de aquellos que disienten.

Debe perderse el miedo de la participación de los agentes de acreditación, por temor a sesgar el análisis, o incluso peor por tener la intención de ocultar información, por el contrario, su presencia respetuosa posibilita un ejercicio de transparencia y una visión foránea que enriquece el diálogo, establece contrapuntos, comparte aprendizajes extraídos de otros contextos y que eventualmente con los cuidados del caso, pueden iluminar la conversación. De lo que se trata es de construir conocimiento de manera conjunta por medio del diálogo.

  1. Premisas axiológicas.

Todo proceso de acreditación implica una declaración del valor y mérito del programa tomando como referente el concepto de calidad asumido y que se ve materializado en el marco de referencia para la acreditación.

Es por esta razón que las consideraciones axiológicas deben ser explicitadas de tal suerte que se tenga presente tanto para los evaluadores como para los evaluados los valores que se impulsan.

Partimos del hecho que se considera que la acreditación debe darse en un marco de confianza, construir confianza es el valor por excelencia. Es tender puentes de diálogo en los que se de por sentado que lo que se busca es el beneficio mutuo o como ahora suele expresarse crear las condiciones para un ganar-ganar.

Construir confianza significa para el evaluador el establecer un marco de referencia para la acreditación focalizado en propiciar la mejora continua desde un profundo autoconocimiento. Sin exigir requisitos espurios que no aportan ningún valor y que por el contrario posicionan la forma sobre el contenido.

Construir confianza es esperar lo mejor del ejercicio autoevaluativo, así como de las acciones que de este se derivan.

Construir confianza es invitar a la participación de todos, incluso a aquellos que desconfían de la acreditación con la clara intención de atender sus resquemores, pero no solo eso sino como un ejercicio que exige una mayor transparencia y un mayor respeto.

Construir confianza es compartir la información generada en el ejercicio autoevaluativo, incluso si las reflexiones han evidenciado aspectos sensibles que deben ser mejorados.

Pero no se puede construir confianza sino hay una buena dosis de honestidad, transparencia y respeto. Si no se tiene miedo a reconocer tanto aciertos como desaciertos, con la genuina intención de potenciar los primeros y actuar para mitigar los segundos en un marco de acción que considera respetuosamente los legítimos intereses de las partes involucradas

Un papel no menos importante lo constituye la responsabilidad. Etimológicamente esta palabra expresa la habilidad para responder, misma que sin ambages es de la comunidad académica, artífice de su propia historia. La agencia de acreditación comparte esta responsabilidad, desde la perspectiva de proveer instrumentos y herramientas accesibles que faciliten el proceso de la propia reflexión de la comunidad académica.

Confianza, transparencia, honestidad, respeto y sobre todo un sentido de profunda responsabilidad para que el proceso de acreditación contribuya con la comprensión, se oriente hacia la mejora dándole voz a todos los interesados son algunos de los valores que deben sustentar el esfuerzo evaluativo en un proceso de acreditación.

  1. A modo de conclusión

Un proceso de acreditación es una modalidad de evaluación que busca determinar el valor y mérito de un programa académico en atención a una visión particular sobre la calidad de este, que en nuestro caso se determina en función de la pertinencia de la formación.

Como premisas que sustentan la posibilidad de construir conocimiento se dan la razón, finalidad y medio para un proceso de acreditación. Estos tres aspectos encuentran su respuesta en la comprensión profunda del programa como asidero de una reforma que busca la mejora y que se realiza mediante el diálogo. Este este último el medio por excelencia para la búsqueda del conocimiento cierto de la situación del programa, como también para superar sus deficiencias y potenciar sus fortalezas.

Y por último es la construcción de confianza la caracterización por excelencia de un proceso de acreditación. Confianza que está enmarcada en la transparencia, la honestidad, respeto pero sobre todo en la responsabilidad.

Publicado en Arquitectura, Blog.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *